Una vez más, el ciclista ecuatoriano Richard Carapaz sacó la cara por un país que se quiere levantar del impacto de la pandemia y la crisis.
En lo deportivo, el ciclista llegó al podio de la clasificación en los premios de montaña al quedar segundo y se hizo, en dos de estas etapas, de la camiseta de triunfador.
Su gran desempeño y su compromiso de equipo en la prueba más exigente del ciclismo mundial lo ponen en lugares destacados de la competición general que llegó ayer a París.
El Tour de Francia es el sueño de todo ciclista en el mundo. Carapaz fue notificado de su inclusión en el equipo de la firma por la que corre recién el 18 de agosto. Pero se preparó a conciencia. Y rindió a gran nivel.
Ahora afronta el reto de seguir su camino de éxitos en la Vuelta a España, otra de las grandes pruebas mundiales, en la que ya corrió en dos oportunidades en años pasados.
El campeonato conocido como Giro de Italia le puso en la palestra y sus logros, que poco a poco se iban divulgando y reconociendo en el país, le granjearon todas las miradas y los loores del Ecuador y de otros países.
Richard Carapaz es otro símbolo de capacidad de lucha y logros individuales. Casi sin apoyos oficiales superó las dificultades técnicas y los aprietos económicos para llegar con pertinaz esfuerzo a lugares estelares.
La humilde vivienda familiar que en estos días aparece nuevamente en reportajes y crónicas es el sitio en donde se forjó su gigante corazón.
El jueves, esa generosidad y esa humanidad se mostraron plenas en el tramo final de la etapa 18, al esperar a su compañero Michal Kwiatkowski para llegar abrazados a la meta y alcanzar premios y podio.
Esos gestos son la verdadera razón del deporte. Algo parecido se vio el domingo 13 en la final del Abierto de Tenis de Estados Unidos, cuando el ganador no tuvo reparos en reconocer la gran calidad de su rival y poner por delante la amistad y el respeto.
Ejemplos como esos urgen en este Ecuador agobiado, que aún cuenta contagios y muertes por el virus en medio del desempleo y la crisis.
A levantarnos con generosidad.