Ecuador entero no tiene sino palabras de gratitud para los países hermanos que enviaron contingentes de rescatistas.
Con su experiencia, templanza, preparación y altruismo llegaron a las zonas del desastre causado por el terremoto de Manabí voluntarios de México, España, Colombia, Bolivia, Chile, Venezuela, Perú, Cuba y Suiza. Cada uno con su equipamiento, con sus distintas historias, pero todos con el mismo norte: rescatar vidas humanas.
Cuando la esperanza de hallar sobrevivientes se extingue, de acuerdo a los parámetros internacionales, llegan otras tareas en este tipo de tragedias. Hay que extraer desde las entrañas de los cerros de escombros los cadáveres, se los debe identificar y enterrar. Es una dolorosa pero indispensable tarea que no solo atiende a un aspecto humano sino a un tema de salud pública.
Otra tarea aparejada a la anterior es la entrega de alimentos y agua; de medicinas y ropa, de carpas, colchones y protección contra las inclemencias de la naturaleza y el embate de insectos, más notorio en esta temporada invernal.
Por ello, la etapa que se abre en cuanto a la solidaridad nacional e internacional apela a otros andariveles: suministros, dinero, ayuda para la estabilización emocional y social.
Luego vendrá la reconstrucción -larga y costosa- tras el establecimiento de responsabilidades por el incumplimiento de las normas de construcción. Eso será luego. Por ahora, las gracias y la nueva solicitud de ayuda humanitaria.