Mauricio Macri es el presidente electo de Argentina. Su mensaje de cambio de época supone el fin del kirchnerismo.
Su triunfo electoral fue apretado, aunque suficiente para darle legitimidad. El candidato del frente de varios partidos: Cambiemos, obtuvo el 51,4% de los votos y el oficialista Daniel Scioli se hizo de un 48,6%. No es un dato contundente, pero, repetimos, suficiente.
Fue sano el pronto reconocimiento del derrotado. La reunión del gobernador Scioli con la Presidenta mostró la decisión de hacer una oposición constructiva. Sus actos políticos lo demostrarán o los desnudarán. De momento, los partidos del frente ganador de Macri, y del frente Renovador de Sergio Massa (tercero en las elecciones de octubre) le piden al Presidente de la Cámara de Diputados no seguir aprobando leyes hasta el cercano traspaso de Gobierno.
Mauricio Macri tiene retos inmensos. La inseguridad, la inflación -que esconden en su real dimensión las cifras oficiales- y la inequidad son tareas pendientes. La producción debe ser reactivada con base en la confianza. Y el tema de un dólar paralelo será otro gran reto.
Gobernar sin mayoría en la Cámara de Diputados le obliga al Presidente electo a alianzas amplias. No puede ni debe circunscribirse a su grupo íntimo. Tendrá que abrir la baraja hacia el centro político y tomar medidas calibrando su impacto social. Se trata de un triunfo de la alternancia, pero no debe olvidar que hay casi una mitad de argentinos que no le votó. En todo caso, es un aire fresco.