No cabe la menor duda de que la Cumbre del G20 en Australia estuvo marcada por la atmósfera enrarecida como producto de la tensión con Rusia por Ucrania.
Las consecuencias de la tesis de Rusia en torno a su visión sobre Ucrania (una república que, como Rusia, fue parte de la URSS) tensaron la cuerda en el foro de los países más potentes de la Tierra agrupados en el G20.
A tal punto llegaron los desacuerdos, apartados de la agenda oficial de la Cumbre, que el presidente de la Unión Europea, Herman von Rompuy, habló de nuevas presiones contra Rusia y hasta de sanciones contra esa potencia.
La canciller alemana, Ángela Merkel, caracterizada por su prudencia, se refirió al tema en el discurso oficial en Australia, tras la mencionada cumbre: ‘La crisis de Ucrania podría convertirse en un gran incendio’, al tiempo de criticar duramente la postura de Rusia.
Ayer en Bruselas, la Unión Europea (UE) decidió ‘añadir separatistas ucranianos a la lista de personas sancionadas, pero no debatió nuevas sanciones económicas contra Rusia’, según AFP.
La crisis es, para los expertos, la peor desde la Guerra Fría. Tras los cambios de Gobierno en Ucrania vino el referendo separatista de Crimea y la movilización de tropas rusas. Los enfrentamientos armados de prorrusos y el Ejército ucraniano no han cesado desde hace meses.
La UE buscaba sumar a Ucrania a su espacio comercial, mientras Rusia quiere atraerla a su entorno. El mundo mira esta crisis con honda preocupación.