La advertencia se hizo muchas veces. Cualquiera de los países de Europa estaba expuesto a un rebrote peligroso.
El coronavirus es una enfermedad altamente contagiosa que no ha sido vencida en el mundo. Luego de China, los primeros países que la contrajeron fueron los del entorno cercano de Asia. Luego saltó a Europa, aunque antes hubo los primeros contagiados en América del Norte.
En Francia, Alemania, Italia y España se registraron los primeros episodios; en estos dos últimos, las primeras muertes. De allí pasó el virus a la región: Brasil, México y Ecuador.
Ahora, Italia, que siempre tuvo las mejores instalaciones y servicios de salud, se ha reforzado para que la pandemia cause menos estragos si se llegara a números alarmantes. En España no sucedió lo mismo.
Los datos oficiales que publica, por ejemplo, el diario español ABC, indican que el número de contagios subió en las últimas 24 horas a 10 800 y los fallecidos sumaron 241.
Todavía es una buena noticia que haya disponibilidad en camas de Unidades de Vigilancia Intensiva. Pero en ciudades como Madrid y la Comunidad del mismo nombre, las restricciones han vuelto.
Reino Unido ha llevado a su Primer Ministro, uno de los incrédulos de los primeros tiempos de la pandemia, a fortalecer las medidas de manera drástica.
Nuevos horarios en los bares y en el retorno al trabajo, el uso del transporte e incluso limitaciones en espacio público son parte de las medidas.
Según fuentes de CNN, se atribuye el rebrote a la movilidad que se experimenta al finalizar la temporada de vacaciones. Como dijeron expertos del Ecuador, el virus viaja por auto.
En Europa ya han fallecido 218 000 seres humanos, de entre 4 400 000 contagiados. El estado emocional de la población ya está al límite. En ciudades como la misma Madrid o Berlín, la gente protestaba frente a las restricciones. Algunos pretenden circular sin mascarilla.
La segunda ola debe tomar a los países y a las personas conscientes, fortalecidas y previsivas. Es la única forma de contenerla.