Los diálogos entre el Gobierno de Colombia y los delegados del grupo guerrillero colombiano Ejército de Liberación Nacional (ELN) se congelaron.
Quito debía ser la sede de apertura; una hacienda en el valle de Los Chillos fue el sitio elegido para los encuentros.
A última hora, la ceremonia de apertura fue suspendida, con toda la logística puesta a punto. Faltaba algo. La guerrilla incumplió la liberación de Odín Sánchez, un excongresista colombiano al que mantiene en cautiverio. Esta semana se podría concretar su libertad.
Luego de las FARC, el ELN es el grupo guerrillero izquierdista más poderoso. La idea de sus fundadores fue la toma del poder por las armas.
Han utilizado los atentados y el secuestro como mecanismo de presión al Estado colombiano y fuente de recursos para su millonaria operación clandestina.
Más allá del secuestro de Sánchez, cuya liberación parece un punto de honor para el gobierno de Juan Manuel Santos para iniciar las conversaciones, el tema es que el grupo insurgente mantiene a varias personas en cautiverio.
El ELN ha realizado operaciones ilegales incluso en territorio ecuatoriano y ha secuestrado a varios empresarios. No se ha establecido con claridad si aún existe algún compatriota en su poder.
La idea de que el Ecuador sea país garante tiene otros cuestionamientos. El principal: el compromiso en pro de la paz no debe suponer la participación de nuestras autoridades en debates que corresponden solo a los colombianos.