Un importante flujo de dinero llega, día a día, de la leche. Miles de personas ordeñan sus vacas para el consumo y venden el excedente. El sector es parte importante de la economía.
La pandemia asestó en este sector otro golpe más. Es que las cifras nacionales que proporcionó este Diario en una nota del domingo muestran un panorama preocupante.
El consumo de leche por persona bajó y hay varias causas sensibles. En el nivel infantil, la ausencia de estudiantes en edad escolar que recibían dosis de leche tiene impacto directo.
Otro factor que resta volúmenes cuantiosos de litros de consumo es el de los hoteles, restaurantes y cafeterías. Unos cerraron por completo, otro trabajan a medio gas.
Esa desaceleración causa un perjuicio grave a las industrias lácteas pero también a los pequeños finqueros que vendían su leche en cantidades mínimas y que son proveedores de leche que recogen en camionetas. Esta situación afectó el precio, y si bien el valor oficial es de USD 0,41 por litro, se llega a pagar USD 0,20. De esa manera la cadena de pagos que llega a los sacrificados ordeñadores que madrugan todos los días del año, se ve afectada.
Muchos ganaderos prefieren dejar de ordeñar sus vacas o, como ha sucedido en otras temporadas críticas, algunos echan la leche a los ríos.
Esta pandemia se ha sumado a otro factor que ha sido motivo de discusión: el uso de suero que no sustituye nutricionalmente del mismo modo a la leche pero que se emplea y mezcla con el producto que tiene todos sus atributos de pureza.
En años pasados se ha insistido en el daño que causa el ingreso de toneladas de leche en polvo producidos en el exterior, que responden a economías de escala y que han tenido al borde de la quiebra a miles de productores lecheros pequeños, medianos y grandes.
Es hora de actuar coordinadamente. El Gobierno tiene la obligación de ver por este sector que hace inversiones y mantiene altos estándares en la cabaña, pero que si no extrae leche todos los días corre serios riesgos con alto impacto social.