Quito, ciudad referente de la nacionalidad y de pueblos ancestrales, del mestizaje y de los tesoros patrimoniales, fue atacada y lastimada.
Las violentas protestas que asediaron puntos neurálgicos de la capital, que cercaron su Centro Histórico y convirtieron en ‘campo de batalla’ las calles circundantes al Palacio de Gobierno, las iglesias, sus arterias de antiguo trazado y los centros del poder como la Asamblea o la Contraloría, se convirtieron en vejámenes.
Durante las horas de protestas de inusitada violencia y fuerte represión, sus bienes fueron afectados. Los habitantes que aún se refugian en el núcleo de la ciudad y quienes viven de sus pequeños negocios, tuvieron horas de angustia y zozobra.
Barricadas, palos puntiagudos, piedras y bazucas improvisadas atentaron contra la integridad de las personas y contra bienes públicos y privados. Se puso en riesgo la vida de muchas personas y se secuestró su libertad, lo más preciado. Más allá de las protestas y alguna causa legítima esgrimida, el terrorismo rebasó con creces las reivindicaciones sociales.
Ante la inminencia de un posible golpe de estado, la riesgosa situación de la integridad del Gobierno y la democracia misma, Quito estuvo huérfana. El sábado fue el día de mayor agresión y en el cual se enseñoreó una saña de ribetes inimaginables.
El liderazgo y orgullo de sus autoridades por la ciudad y su patrimonio han sido una característica de quienes han estado al frente del Cabildo, con muy pocas excepciones. El silencio, la ausencia, la sensación de oportunismo tardío es algo que todavía no puede procesar la conciencia cívica de una ciudad altiva.
Quito es Luz de América para la Libertad, con mayúsculas, pero es también voz plena de autoridad en defensa del civismo, la democracia y los más caros valores de la ecuatorianidad y la propia quiteñidad.
Una orfandad de tal magnitud en varios frentes, merece una seria revisión. Ahora, en la reconstrucción de los bienes destruidos, en la recuperación de la paz lastimada, en el análisis de los hechos, Quito se debe alzar serena pero firme.