La noticia llega del país fraterno cada día con distintos matices. Siempre con un nuevo impacto, un dolor diferente, un aliento parcial o una desesperanza que se reafirma.Para el Ecuador, hablar de Venezuela es hacer alusión al tremendo drama humanitario de miles y miles de personas que vienen huyendo de la miseria, el hambre, la falta de empleo, las violaciones a los derechos humanos.
Distintas corrientes migratorias oriundas del país hermano, desde inversionistas y profesionales, hasta los más pobres. Familias desgarradas que llegaron como aves de paso hacia otros destinos, ahora truncados. Miles de casos personales e historias, cada cual más conmovedora.
El país tiene una severa falta de empleo. En ese duro mapa llegaron este año varios miles y las autoridades creen que serán 500 000 las personas de ese origen hasta fin diciembre.
Muchos buscan trabajo y algunos lo han conseguido. Hay quienes abusan de su desesperación y los explotan. La trata de personas, los trabajos duros en la minería ilegal y hasta la explotación sexual han recrudecido.
La situación de los venezolanos genera brotes de xenofobia de ecuatorianos sin trabajo que los ven como amenaza. Otros grupos han provocado situaciones violentas. Hay algunos que presionan por limosna y hasta han aparecido acciones delictivas.
La tragedia de los niños en las calles se ha multiplicado. Los hospitales acogen a muchos venezolanos -es algo humanitario y así debe ser- pero sus instalaciones no dan abasto.
El Estado debe ver el asunto como un todo integral, no en vano las corrientes migratorias en el planeta alcanzan a millones de personas.
No cabe olvidar que miles y miles de ecuatorianos tuvieron que irse del país en situaciones parecidas a Estados Unidos, España, Italia, Chile y a la propia Venezuela, en la era de la abundancia petrolera.
Aquí debemos ver el aspecto del refugio humanitario, la atención de salud, la educación pública y el bienestar humano y social. Frente al problema global, el Estado y la sociedad deben estar preparados y asumirlo. Es una huella de los días que vivimos.