La salud de la dolarización ha sido una preocupación recurrente desde que el país adoptó este sistema monetario hace 21 años, que ha permitido controlar la inflación, planificar a mediano plazo y mantener el poder adquisitivo de los salarios.
En época electoral, esta preocupación sale nuevamente a flote, al punto que los candidatos a la Presidencia hacen referencia a la dolarización en sus discursos de campaña. Todos han ofrecido fortalecerla, con medidas variadas, porque saben que la popularidad de la dolarización es amplia entre la ciudadanía.
Una encuesta de noviembre pasado reveló que el 89% de los ecuatorianos quiere seguir con el dólar, ya que la moneda estadounidense genera confianza porque permite acceder a créditos a largo plazo y pagar cuotas que no variarán en el tiempo.
Sin embargo, hay que estar claros que la dolarización no es más que un sistema monetario, que obliga a las autoridades a utilizar otras herramientas de política económica porque ya no disponen de un Banco Central que pueda emitir moneda.
Esta limitación que tiene la dolarización requiere que autoridades de gobierno, sectores productivos, trabajadores y demás actores de la sociedad trabajen en varios frentes para que la economía crezca, se generen más puestos de trabajo, se reduzca la pobreza y el país se enrumbe en un desarrollo sostenible.
Por eso, cuando se habla de la salud de la dolarización en realidad se está hablando de la salud de la economía.
Y lo anterior requiere de acciones clave, como mantener unas finanzas públicas ordenadas, alinear a las instituciones gubernamentales para mejorar la competitividad y productividad de las empresas privadas, buscar nuevos mercados para impulsar las exportaciones nacionales, atraer inversión extranjera que genere desarrollo, impulsar la transferencia de tecnología, etc.
En este sentido, los actores políticos deben discutir menos sobre la dolarización y concentrarse más en buscar acuerdos sobre las medidas que lleven a la economía nacional por un sendero de desarrollo.