El anuncio del presidente Rafael Correa, el 24 de mayo, de aumentar el Impuesto a la Herencia se hizo realidad.
La tabla para los herederos directos llegará al 47,5%. Ese porcentaje solo es superado en todo el planeta por países como Japón y Corea del Sur, con economías más fuertes que la ecuatoriana.
Una segunda tabla mantiene la cifra inicialmente divulgada para los otros herederos no legitimarios, y alcanza al 77,5%. Los argumentos para un gravamen tan oneroso se explican en una filosofía que sataniza la acumulación e incluso la encuentra perversa, según la exposición de motivos del proyecto. Se cataloga a la ley como orgánica y se tratará de prisa, sin un debate nacional amplio ni meditado en un tiempo suficiente.
La inspiración, tal cual la expresó el Presidente, se basa en los análisis sobre datos de Francia del economista Thomas Piketty. Él se refiere al patrimonio y la acumulación, critica al rentismo y cree que con un alto Impuesto a la Herencia se logra equidad.
Un aspecto clave que el oficialismo debiera tomar en cuenta es que el 80% de las empresas en el Ecuador son familiares y querer acabar con ellas, como dijo el Mandatario, es un grave error.
Si la Constitución garantiza el emprendimiento y lo promueve, castigarlo con altos impuestos puede destruir la estructura empresarial familiar, ahuyentar la inversión y generar severos impactos en la creación de fuentes de trabajo, única forma de generar riqueza, aun aquella que se quiere repartir.