Desde hace 10 meses y días, el este de Ucrania se ha convertido en uno de los puntos más calientes del planeta. Peor aún: ahora es considerado como el posible escenario de una “guerra total” de impredecibles consecuencias. Las fuerzas de Kiev y los separatistas prorrusos, que actúan en Ucrania y son auspiciados por el Kremlin, libran una batalla en la volátil región.
Precisamente, el enorme riesgo de una confrontación de gran escala ha activado en los últimos días una ofensiva diplomática de calado por parte de Alemania y de Francia, dos de los Estados de mayor peso de la Unión Europea (UE).
Las gestiones que realizan la canciller alemana, Ángela Merkel, y el presidente francés, François Hollande, son catalogadas por observadores como “la última oportunidad” para frenar un conflicto que ha segado más de 5 400 vidas, pone en peligro la “paz europea” y ha ocasionado una serie de efectos colaterales.
Uno de ellos, justamente, son las sanciones adoptadas por la Unión Europea y Estados Unidos contra Rusia, que han perforado la economía del país más grande del mundo.
La iniciativa diplomática, que de por sí resulta compleja, por ahora parece no dar resultados, pues los combates continúan y los muertos aumentan. Este miércoles 11, los jefes de Estado de Rusia, Vladimir Putin; y de Ucrania, Petro Poroshenko, además de Merkel y Hollande, prevén reunirse en Minsk.
En la capital de Bielorrusia se buscará la salida a un conflicto que incrementó los recelos entre Occidente y Moscú, los antiguos rivales de la Guerra Fría.