Los días que transcurrieron mostraron que las visiones contrapuestas y puntos de vista distantes no hallan el camino adecuado para tramitarse.
Ciertos hechos que podrían ser aislados, como las agresiones físicas a una legisladora y a un concejal, extraños videos de dudosa veracidad y más dudosos propósitos y hasta cruces de palabras y faltas de acuerdo en dos foros parlamentarios como la Asamblea Nacional y el Concejo de Quito, muestran un estado nacional de crispación.
La política es confrontación, pero debe serlo de ideas, de tesis contrapuestas exhibidas con argumentos inteligentes y con absoluto respeto a las opiniones de quienes disienten.
Algunos sectores interpretaron aquello de la confrontación del discurso presidencial del 24 de mayo como una actitud de enfrentamiento, y no debe ser así. Es más, muchos desdeñan el consenso y hasta lo califican como burgués.
Nada más legítimo que discrepar, discutir, aun en foros como el parlamento o el Cabildo, pero sin ataques personales y gritos destemplados que solo muestran el poco espíritu democrático, la falta de capacidad para entender o acoger las ideas de los otros y una intolerancia que raya en lo enfermizo.
Desde el análisis serio de la realidad se advirtió muchas veces que la siembra de encono, los insultos y los odios y descalificaciones a rivales, opositores o personas críticas a nada bueno conducen.
La siembra de vientos no es saludable, la tempestad que estamos cosechando debe obligarnos a cambiar.