Esta semana circuló otra noticia preocupante. El presunto uso de un banco de estructura privada pero que maneja el Estado desde la crisis bancaria, podría servir de cortina para triangular recursos con Irán. La entidad salió a negarlo enfáticamente.
El Régimen fundamentalista persa está observado por un buen grupo de naciones. Su agresivo discurso contra Occidente y sus aliados se vincula con la sospecha de que los antiguos programas de enriquecimiento de uranio podrían tener fines nucleares, no solo pacíficos como el Gobierno iraní sostiene, sino para incursionar en la fabricación de bombas nucleares, lo cual lo convertiría en una potencia y amenaza mundial.
A la posesión de Rafael Correa en el 2007 llegó con un séquito numeroso el presidente de esa nación, Mahmud Ahmedineyad. Desde entonces se han firmado 14 convenios, se han sucedido visitas de alto nivel, incluyendo la presidencial; la simpatía entre ambos gobiernos es evidente.
El Ecuador está en la lista negra del GAFI, por no cumplir con exigencia de control del lavado de activos. Antes de pasar a esa lista, el ex Secretario General del Partido Comunista, Gustavo Iturralde, quien estaba al frente de la Unidad de Análisis Financiero, advirtió del riesgo y fue separado del cargo. En el 2008, en una sesión reservada, el Banco Central aprobó un acuerdo con el Banco de Desarrollo Iraní. Las relaciones bancarias y comerciales con Irán pueden acarrear el bloqueo de cuentas y causar malestar en la relación de Ecuador con Estados Unidos.
Ecuador es un país soberano. La política internacional la maneja el Gobierno, cierto es, pero por delante de afinidades políticas y acuerdos riesgosos está el interés colectivo que el Gobierno debe preservar.