El ciclo escolar en la Costa empieza en medio de una pandemia cuyos efectos nocivos y letales todavía no remiten. Estamos lejos del retorno a la normalidad como antes de marzo de 2020.
Pero las clases deben seguir adelante, cuando el acuerdo sobre la modalidad presencial, virtual o a distancia y tutorial todavía se debate en círculos académicos y docentes.
Hay países que han ensayado por períodos todas las opciones. Clases suspendidas, presencia parcial de alumnos, límites en los días y horas de asistencia para guardar aforos limitados y evitar contagios.
Lo que sucede en muchos países del mundo es que el transporte escolar no está al alcance de todos y tampoco garantiza ni la distancia personal ni elude contagios. Mucho peor es el caso de la gran mayoría de educandos en el mundo que tiene que someterse en largos trayectos al transporte público, abarrotado.
La pandemia demanda recursos para todo. Una primera opción es seguir avanzando en la vacunación de los maestros. Muy importante.
Además las clases presenciales son añoradas no solamente por la capacidad de asimilación de conocimientos y atención del alumnado sino por el contacto social entre compañeros de clase, condición que caracteriza y al ser humano y lo enriquece.
Pero los problemas de aprendizaje, que pasan por lo señalado anteriormente tienen un freno evidente en la falta de adecuada conectividad. No todos los hogares tienen acceso a la Internet. No todos los alumnos poseen una computadora o un teléfono inteligente. No todos los padres tienen recursos para endeudarse y hay casos en que los docentes y alumnos tienen que llegar a lo alto de alguna loma para encontrar señal y hacer deberes desde un pequeño teléfono.
La tragedia de seguir educando a millones de personas en estas condiciones es que la brecha de conocimiento y de oportunidades entre unos pocos y la mayoría ahonda diferencias y castiga a los más pobres.
Debemos apresurar la vacunación y gestar las condiciones para que pronto la gran mayoría vuelva a clases presenciales, como debe ser.