El contundente triunfo de Luis Arce, con 55% -incluso más que el de las encuestas a boca de urna- vuelve al solio presidencial a un militante socialista.
La lectura sobre ese resultado no es tan simple como parece. El Movimiento al Socialismo (MAS) dominó el espectro electoral boliviano durante varios períodos.
Pero el MAS procreó y alimentó la imagen de un caudillo. A su sombra, la economía funcionó, aun cuando el vicepresidente de Evo Morales, Álvaro García Linera, tuviera una marcada formación de izquierda.
Esa economía tuvo un pivote. Luis Arce, economista con formación académica y quien mostró durante los gobiernos de Morales consistencia en algunos aspectos clave.
Una robusta reserva monetaria. Una apertura a la inversión extranjera. Un sostenimiento de expertos operadores de combustibles con solvencia internacional y músculo financiero. Todo ello sumó.
Paralelamente, el mapa regional de los coidearios era esperpéntico. Contratos con millonarios sobreprecios, fortalecimiento de la estructura partidista a costa del dinero público, ínfulas de sabiduría y demagogia.
Ha habido ataques a la inversión privada con leyes que ahuyentan, como el impuesto a la salida de divisas. Se denunciaron tratados de protección de inversiones y ha habido falta de seguridad jurídica para los capitales que no estén apalancados en las oscuras estructuras estatales.
Eso sucedió tanto en Venezuela como en Ecuador. Todo funcionaba mientras el chorro del petróleo era rentable y abundante. El castillo de naipes se derrumbó cuando el mercado del oro negro cambió.
Está por verse si el presidente electo puede cortar el cordón umbilical con Evo Morales. El intento del caudillo de prolongar un cuarto mandato forzando la ley y con denuncias de fraude fue un fiasco inaceptable.
Hoy Morales dice que quiere volver pronto. En el MAS no hay nitidez si le conviene a Luis Arce, más aun, si le conviene a Bolivia que está restaurando su cauce democrático roto hace un año por visiones personales. El MAS pudo ganar sin Morales.