La cuenta de los daños de la fuerte temporada invernal sigue en aumento. Cuenca y Tulcán son las dos ciudades que más recientemente recibieron el embate de las aguas. Los datos periodísticos denotan una de las más intensas inundaciones en la capital azuaya: al menos cincuenta casas se vieron afectadas y hubo dos víctimas mortales.
El Gobierno anunció que las clases en la Costa se retrasarán hasta el 16 de abril. La medida era una demanda en vista de los daños, en algunos casos severos, que la infraestructura escolar ha sufrido durante el azote de la lluvia y el desbordamiento de ríos. Aquellos establecimientos de zonas cercanas a las áreas inundadas han servido como refugio y albergues de miles de ecuatorianos que han tenido que evacuar sus casas ante la emergencia.
La fuerte temporada invernal, además, destruyó miles de hectáreas de cultivos. Era previsible que las pérdidas millonarias que han debido asumir los productores agrícolas impactan en su economía -en algunos casos modesta- y demandan ahora ayuda estatal para reponer los sembríos.
El impacto de los daños se siente también en las ciudades. Los precios de los alimentos suben, especialmente por la falta de suficiente abastecimiento y también por el alto costo del transporte.
Otro aspecto es el estado de las carreteras. Nadie puede desconocer que muchas obras de infraestructura caminera se han deteriorado afectando a las localidades aledañas y la comunicación entre las distintas poblaciones. Además, los trayectos que deben efectuar los vehículos de carga se retrasan o prolongan, y así los productos llegan con retraso y recarga en el precio a los mercados. Pero sin duda lo que más duele es la irreparable pérdida de vidas humanas.