La dolarización fue uno de los temas principales del debate, que se realizó la noche del domingo 23 de marzo entre Daniel Noboa y Luisa González.
Este esquema monetario se implementó hace 25 años como la única salida para frenar un proceso inflacionario, una constante devaluación e intentar revertir la crisis económica generada por el descalabro financiero de finales de los años 90.
Pese a todos los problemas y crisis económicas registradas en el último cuarto de siglo, la dolarización se ha mantenido como un sinónimo de estabilidad para los ecuatorianos.
Al menos así se percibe en los hogares y en las empresas privadas al momento de endeudarse, comprar, ahorrar o invertir, especialmente a mediano y largo plazo.
Con el sucre era distinto: no se podía determinar con certeza cuánto costaría un bien o un crédito con el paso del tiempo.
¿Por qué la dolarización se ha convertido en un tema polémico y controversial?
Lo que para unos representa estabilidad, para otros —como ciertos sectores políticos— puede convertirse en una suerte de camisa de fuerza, sobre todo cuando no es época de bonanza.
Es decir, el Estado no cuenta con los fondos suficientes para ejecutar obra pública, dinamizar la economía y generar fuentes de empleo. En definitiva, no puede cumplir con las ofertas de campaña.
En un país dolarizado, las cuentas públicas se nutren principalmente de impuestos y endeudamiento. Si un gobierno aumenta las tarifas de los tributos o crea nuevos, el presidente corre el riesgo de perder su capital político.
El endeudamiento es una vía que cada vez se estrecha más para el Ecuador. El servicio de la deuda anual es mayor que los presupuestos de salud y educación. Entre amortizaciones e intereses hay que pagar casi 10 000 millones en 2025.
Pero, también, se pierde capital político si no se genera obra pública, empleo y crecimiento económico. Por eso, la dolarización resulta incómoda para algunos sectores. Lo importante es lograr que la economía ecuatoriana sea sustentable en el corto, mediado y largo plazo.
Pese a todo, los aspirantes presidenciales —en los últimos 25 años— han evitado cuestionar la dolarización, ya que este esquema goza de una alta popularidad y los votantes aún recuerdan la inestabilidad que existía con el sucre.
Noboa y González trataron, en sus intervenciones durante el debate del domingo, de dejar en claro que mantendrán la dolarización. Arriesgarse en este tema puede ser crucial en su carrera por la presidencia.