DÍAS DE INVIERNO
Estaba previsto. Las predicciones científicas dijeron que el inicio del 2011 se caracterizaría por un invierno fuerte. El rigor del clima, los aguaceros, los deslaves e inundaciones son una realidad.
Una vez más la infraestructura demuestra sus debilidades. Puentes que se caen, carreteras destrozadas y, lo peor, las casitas humildes que no soportan los intensos aguaceros.
Llueve con persistencia y los derrumbes e inundaciones traen consigo la destrucción y la muerte. Las lluvias ya han cobrado ocho vidas y hay cerca de 10 000 damnificados. El invierno empezó a mostrar su cara feroz en la Sierra norte. Destruyó poblados y provocó deslaves en la zona cordillerana. Bloqueó varias veces la principal vía que une la Costa con la Sierra: la frágil Alóag-Santo Domingo.
Más allá, en el Litoral, la temporada invernal arrasa cosechas e inunda poblaciones. Además llegan con el invierno las enfermedades estacionales que tienen atestados los hospitales, pese a la aséptica propaganda oficial que intenta construir ficciones.
El duro invierno desnuda un drama que, por repetido, no deja de ser terrible y preocupante y que es un problema sistémico del país: la falta de previsión en materia de riesgo.
El Ecuador por su geografía es proclive a la repetición de fenómenos naturales que afectan a la población. Su topografía vulnerable, el poco cuidado en la naturaleza y la deforestación que contribuye a la erosión de la tierra, las obras de maquillaje o la reparación superficial, son formas de acometer los problemas que se reproducen en el tiempo sin cambios. Parece que las lecciones no se aprenden.
Mientras la atención nacional, lamentablemente, se centra en temas políticos, muchos asuntos de fondo, como una adecuada planificación, se siguen postergando.