DESPIERTA EL TUNGURAHUA

La Mama Tungurahua despertó súbitamente. El volcán, que nunca dejó de mostrar su actividad en los últimos 12 años, volvió a rugir y a lanzar al cielo largas fumarolas. Pocos días antes, una columna de humo se dejó ver desde la chimenea del Cotopaxi y más allá, en la estribación de la selva oriental, el Reventador dejó oír su voz.

Las zonas aledañas al volcán Tungurahua fueron evacuadas, las clases suspendidas y el tránsito interrumpido por precaución. La ceniza llegó hasta Guayaquil y obligó al cierre de la operación aeroportuaria.

Es una alerta que nos da la tierra de cuando en cuando como para recordarnos que vivimos sobre su faz, en un entorno prolífico y fecundo, en zona de volcanes y terremotos, entre laderas escarpadas.

Es un nuevo aviso para estar preparados y tomar precauciones. Desde las más altas autoridades hasta el pequeño poblador de parajes remotos debemos saber cómo reaccionar, de qué forma comportarnos y despertar nuestro instinto de conservación y solidaridad.

Por eso se demanda, y se agradece cuando se comprueba, efectiva una política de estado seria y consistente. No es aceptable escuchar a las autoridades que no estábamos preparados. Debemos estarlo y procurar toda la atención con las ayudas técnicas y humanas posibles para ir en pro de los ecuatorianos más pobres que suelen ser, como siempre, los más afectados cuando eventos como estos se presentan, casi siempre sin previo aviso, sin posibilidad de alertas tempranas y en muchas ocasiones sin capacidad de respuesta.

Más allá de las advertencias técnicas es indispensable una adecuada coordinación entre las entidades científicas y las autoridades responsables en materia de riesgos. Las operaciones de eventuales emergencias así lo imponen.

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