Es todo un contrasentido que el Estado sea uno de los grandes depositarios de los ingentes recursos que maneja el Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social, mientras ese mismo Estado no cumple con los compromisos asumidos: pagar la deuda de las pensiones para la jubilación.
Es verdad que esa deuda del Estado con el IESS fue histórica; por eso, cuando se firmó un compromiso por parte del Gobierno y el Seguro Social para cancelar la deuda, el hecho fue motivo de aplauso general.
El Seguro Social ha enviado cartas firmadas por su Presidente para pedir que se cumpla el compromiso, pero el Ministerio de Finanzas responde que no hay tal incumplimiento. Es toda una contradicción.
Los dineros no son del Estado sino de una institución que es autónoma (el IESS) y, además, pertenecen a los afiliados que, con sus aportes y descuentos, constituyen la mayor cantidad de recursos que se recaudan en el país.
Con la plata de los aportantes, empleados y patronos, públicos y privados, el Seguro Social financia actividades como los préstamos hipotecarios a través del Banco del IESS (Biess), los préstamos quirografarios y otras prestaciones sociales esenciales como la atención médica -cuyo servicio ha crecido y se ha ampliado considerablemente-, las pensiones jubilares y los fondos mortuorios.
Como el IESS tiene abundantes excedentes ha decidido invertir en obras estatales, especialmente en las áreas petrolera e hidroeléctrica y en la compra de bonos.
Pero no es fácil entender que el IESS haga una fuerte inversión en obras del Estado y ese mismo Estado no sea capaz de honrar sus compromisos y pagarle la deuda. Es lo mismo que ser inversor de un deudor moroso.