La política ecuatoriana debe comenzar a dar un verdadero valor a las palabras que usa, sobre todo en las contiendas electorales. Las elecciones del 2025, más allá del resultado -favorable para unos y contrario para otros- dejan una inquietud: las palabras y los calificativos se usan indiscriminadamente.
Una de las mayores virtudes de los seres humanos, aquella que nos separó de los demás animales, fue el uso de la razón. Y esta solamente puede expresarse en el lenguaje. Ha de creerse que los políticos forman parte de las élites ecuatorianas, no necesariamente ni únicamente por poder económico, sino por su influencia en la sociedad. Por lo tanto, son aquellos que más rigor debieran tener en el uso del lenguaje.
En el caso de las elecciones 2025, se acusó como fascistas a aquellos que votaron por el presidente Daniel Noboa. El uso de la palabra ‘fascismo’ ha sido una herramienta para desprestigiar a todos aquellos que no apoyan proyectos políticos socialistas.
Ciertamente en la historia, la palabra fascismo tiene una clara oposición al socialismo o comunismo. Un uso estricto de este término nos remitirían a aquellos que aún creen que gobernar al estilo de Mussolini.
De cualquier modo, de ser cierta la visión de que la oposición de la izquierda o el socialismo del siglo XXI es el fascismo, bien pudiera acusar a aquellos como estalinistas. Y ese calificativo tampoco les sentaría bien.
El socialismo real tuvo muchos de los peores tiranos de la historia. Dejaron sin vida a millones de personas. Mao, Pol Pot, el mismo Stalin, la familia patricia de los Kim en Corea del Norte o Fidel Castro reprimieron al pueblo.
De cualquier modo, de ser cierta la visión de que la oposición de la izquierda o el socialismo del siglo XXI es el fascismo, bien se pudiera acusar a aquellos como estalinistas. Y ese calificativo tampoco les sentaría bien.
Sin embargo, pareciera que la historia los absuelve porque son de izquierda. Así también actuaron los nacionalistas de ultraderecha: Hitler, Mussolini, Pinochet, Somoza, Batista, Videla, entre otros, condenados eternamente a un infierno.
No son los únicos. Fácilmente en el país se habla de “florindos” y de “borregos“, solo por usar dos términos que revelan la contradicción política a niveles extremos. Asimismo, se habló de fraude. Y esto fue repetido por presidentes de otros países que desconocen las realidades de este país.
No es solamente el uso de palabras; entraña la peligrosa voluntad de fondo de acabar con el otro, humillarlo. Y eso, como ejercicio político, es peligroso. Desde EL COMERCIO abogamos por la recuperación de las palabras y dales el verdadero valor en la política para tener una convivencia democrática.