El movimiento de países No Alineados tiene una particularidad: sus acres críticas a ciertas potencias y estrechas simpatías con otras. En todos los casos las críticas y etiquetas antiimperialistas son todo, menos no alineadas. Durante los tirantes años de la Guerra Fría, con el pulso por el poder universal entre EE.UU. y la Unión Soviética y el creciente influjo de la China Popular, el movimiento de los No Alineados se dedicó a cuestionar al capitalismo y a Occidente.
Marcaba la inequidad y la injusticia, el enriquecimiento desorbitante y las lacras de la pobreza y cuestionaba al poder militar del imperialismo norteamericano, pero se acomodaba, sin cuestionamiento alguno y con un grado de ceguera inexplicable, con la falta de libertad y democracia tras la cortina de hierro, con cárceles plagadas de disidentes. La Cumbre que se convoca en Teherán, en un país abiertamente declarado enemigo de Occidente, que juega un papel significativo en la geopolítica de Oriente Próximo y Asia, tendrá como telón de fondo los temas de Siria e Irán.
La dictadura de Bashar Al Assad da estertores, ya causa 20 000 muertos desde hace año y medio y ya se planea lo que ocurrirá tras su caída, como se expone en el documento The Day After que se conoció ayer en Berlín para organizar gobierno desde la oposición.
El caso iraní es más complejo. Las sospechas de occidente e Israel son que ese país anfitrión de la Cumbre quiere convertirse en potencia nuclear, lo cual supondría una gran inestabilidad regional y mundial. Irán, con su petróleo y su cosmovisión teocrática antioccidental, tiene aliados, influye en la zona y amplía relaciones en varios países de América, entre ellos Ecuador. Se trata de otro tema que no hay que perder de vista.