El tercer encuentro entre los mandatarios de Corea del Sur y Corea del Norte es un hito sin precedentes.
El presidente surcoreano Moon Jae-in visitó Pionyang, la capital de Corea del Norte, y fue recibido con cordialidad por su par, Kim Jong-un.
En una rueda de prensa conjunta, Moon y Kim resaltaron el camino hacia la paz y la prosperidad con base en el compromiso del líder norcoreano de propender a la desnuclearización que supere el riesgo bélico en la península, una amenaza que ha sido constante durante años.
Kim habló de desmantelar el sitio destinado a pruebas de armas nucleares, lo cual supondrá un paso firme en el objetivo de bajar tensiones, algo que no solo atañe a ambas Coreas sino a la región y al planeta.
Entre 1950 y 1953, la confrontación fratricida fue una de las más sangrientas de la historia de la humanidad. Varias fuentes hablan de tres millones de muertos, entre ellos el
15% de la población de Norcorea, con una connotación más dura en vista de que ambos pueblos tienen una historia y un idioma comunes.
En el escenario de la guerra de Corea, los jugadores mundiales pusieron a prueba su poder. Estados Unidos, aliado de Corea del Sur, China Popular cercano a Corea del Norte, mientras que el armamento del ejército del norte era soviético.
La guerra terminó con un armisticio y la separación de fuerzas en el emblemático paralelo 38. Esta frontera es fuertemente resguardada. Los habitantes de Corea del Norte hacen esfuerzos por escapar del sistema de Partido Único por vía marítima.
El drama desgarrador, a más de la falta de libertades y la baja calidad de vida en Corea del Norte, ha sido la separación de familias, tanto que entidades de ambos países han trabajado, pese a las lógicas tensiones, en encuentros familiares que han resultado conmovedores.
Las tensiones provocadas por la dinastía Kim fueron una amenaza, a tal punto que EE.UU. montó varias bases militares en Corea del Sur.
Por ello, el anuncio de otra cita en Seúl abre la esperanza de una pacificación en bien de la humanidad.