En 1994 se organizó la I Cumbre de las Américas en Miami. En aquellos años, América Latina había dejado atrás las dictaduras, y, a la vez, padecía una profunda crisis financiera. Todos los países acudieron a la cita y se firmó una Declaración de Principios y un Plan de Acción.
Era otro mundo. Hace poco había caído la URSS y Estados Unidos se mostraba como único líder mundial. La Casa Blanca, con Bill Clinton como presidente, tenía en agenda el Consenso de Washington, que buscaba la liberalización de la economía en la región. Fue, de algún modo, una cumbre exitosa.
La Cumbre vuelve a Estados Unidos. Esta vez, a Los Ángeles. Pero las cosas han cambiado. No fueron invitados Cuba, Nicaragua ni Venezuela por no ser países en donde se vive la democracia ni se respetan los derechos humanos. Como reacción, el presidente mexicano Andrés López Obrador decidió no ir; lo representará el canciller Marcelo Ebrard.
Muchos sostienen que estas cumbres son inútiles, una firma de acuerdos que nunca se cumplen. Sin embargo, hubo dos de vital importancia. La IV, en el 2005, en Mar del Plata, Argentina, fue la de la caída definitiva, bajo liderazgo de Venezuela y Argentina, del que debía ser el tratado de libre comercio regional más ambicioso: el ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas). En la VII del 2015, en Panamá, hubo el histórico encuentro de los presidentes de Cuba y EE.UU., Raúl Castro y Barack Obama.
La de Los Ángeles no parece promisoria. La fragmentación regional es muy grande y no hay país que aparezca como líder. Hace mucho que EE.UU. mira de lejos a América Latina. Ahora, su presidente, Joe Biden, está más pendiente del conflicto europeo. Su vicepresidenta, Kamala Harris, tiene como tarea la región, pero poco se ha sabido de ella en estos lugares. De los otros países llamados a liderar poco se espera. Al brasileño Jair Bolsonaro lo convencieron de asistir con una cita bilateral con Biden; este llamó al argentino Alberto Fernández para invitarlo personalmente. Washington ha buscado minimizar la cumbre, según Los Ángeles Times, en un intento de ahorrarse la vergüenza.