En abril se realizará el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, el único legalmente reconocido y que gobierna la isla caribeña desde el triunfo de la revolución, el 1 de enero de 1959.
El actual momento le llega a Cuba en circunstancias especiales. Su máximo líder, alejado del poder y anciano, conserva sobre los dirigentes de la revolución un liderazgo moral y político que no ha podido igualar su hermano Raúl, quien ostenta la Presidencia del Consejo de Estado y de Ministros de uno de los pocos regímenes socialistas que perduran en el mundo tras la caída del Muro de Berlín.
En un planeta globalizado y con una crisis económica de indudables impactos universales, Cuba ha ido anunciando de modo paulatino -muy tenuemente para muchos- ciertos cambios a su economía y hay quienes esperan que el próximo congreso de los comunistas cubanos refleje un pulso más acelerado de apertura y visión contemporánea.
El debate va más allá del aspecto político de un sistema de partido único y de ausencia de reconocimiento de expresión social y política de la oposición. El sistema de economía central planificada, preconizado por los manuales que inspiraron los movimientos socialistas y comunistas que dominaron a varios países en el siglo XX, se muestra caduco, tanto por la falta de libertades individuales cuanto por su impotencia para superar los graves problemas de la gente y su pobreza.
Los tímidos cambios sugeridos por Raúl Castro y su advertencia de continuar en el modelo no se compadecen con la velocidad que el proceso demanda. ¿La cita de más de 500 delegados en abril será otra muestra de un liderazgo vertical o habrá espacio a la disidencia y al debate?