El país está viviendo tiempos difíciles. Seriamente complicados. El anuncio de la venida de El Niño para el segundo semestre de este año debe ser un llamado de atención para quienes dirigen el país.
Las pérdidas son dolorosas y cuantiosas en todo sentido en la Costa actualmente. La Sierra tampoco la está pasando bien. Y con El Niño podrá ser peor. Si a eso se suma la ola de inseguridad, no se puede descartar que entre los ecuatorianos y los extranjeros que habitan el suelo nacional haya mucha desazón.
Pareciera que caminamos sin rumbo. Desde hace mucho tiempo se ha reprochado que no se vislumbra ningún objetivo nacional. Y eso es algo que debe tomar en cuenta aquellos que han sido llamados a dirigir los destinos de la Nación.
Es cierto que los políticos y los partidos o movimientos a los que responden tienen una agenda y quieren que sea forma de gobierno. El espíritu democrático, sin embargo, solo es posible con el reconocimiento del otro, que también tiene sus objetivos y que quiere que prevalezcan.
También es cierto que el Gobierno ha dado pocas respuestas satisfactorias a las necesidades del país. Sin embargo, el juicio político al Mandatario es también un problema que no ayuda a resolverlas. Pareciera que por un lado van los intereses políticos y, por otro, los nacionales.
Es necesario un gran acuerdo nacional que vaya más allá de la ingobernabilidad del momento. Es algo que se ha dicho muchas veces, pero poca respuesta ha tenido. Pero es algo imperativo. Pero para eso se necesita de la voluntad política de todos los sectores.
Que todo pueda ocurrir en este país, menos ignorar la urgencia de encontrar el camino hacia el futuro. Se requiere pensar en el país. Todo el arco político debe reconocer que el escepticismo reina y que su actuación no tiene la aprobación de la mayoría. Eso es algo en que se debe pensar. El país merece algo mejor.