Con fuerza, las lluvias han afectado a buena parte de la geografía nacional. Tormentas, desbordamiento de ríos, ciudades que sufren horas de inundaciones, han hecho lamentar 18 muertes.
Esmeraldas vio la fuerza de deslaves en barrios marginales; Babahoyo, en Los Ríos, se inundó. Ahora fue Milagro, en Guayas, pero la semana pasada las aguas cubrieron varias calles de Guayaquil.
La capital de Santo Domingo de los Tsáchilas también fue presa del temporal. Pero es Manabí la provincia más castigada: una inundación fuerte en Portoviejo, el colapso de la presa Poza Honda y tres inundaciones en Chone.
Además, las carreteras que han sido prioridad en la obra pública muestran los estragos de la temporada invernal. Los deslaves frecuentes en las zonas que son cejas de montaña y que unen la Sierra y la Costa interrumpen el tráfico parcialmente.
Hay profundas grietas en algunas zonas de costosas losas de hormigón, y se estima en más de 10 000 las personas damnificadas. Las vías entre Alóag-Santo Domingo, Quito-La Independencia, Machala-Loja y Cuenca-Pasaje son las recientemente afectadas.
El invierno, más allá de la destrucción física y la muerte de compatriotas, deja, además, cuantiosas pérdidas de la producción agraria que, por ahora, son difíciles de establecer.Aunque la reacción no es fácil, tardó en el caso de la capital manabita y la Secretaría de Gestión de Riesgos no declaró la emergencia, porque no logró una efectiva participación de la comunidad en las acciones.
El Ecuador es frágil y los planes de contingencia para inundaciones, deslaves y erupciones deben fortalecerse, no solo para evitar que se desborden los ríos, sino para una buena respuesta de los entes nacionales y seccionales.