Tal vez aquella frase de ‘lo que mal empieza mal acaba’ no se ajusta exactamente a la realidad del fútbol nacional de hoy.
El inicio de la eliminatoria mundialista fue auspicioso. Triunfo ante Argentina en el Monumental de River, punteros en la tabla de la eliminatoria sudamericana, más figuras en los equipos extranjeros. Al final, un espejismo.
Quizá debiéramos recordar el despojo de los derechos de transmisión de los partidos del campeonato que sufrieron algunos canales de TV privados para entregar dicha programación a los canales incautados que el Gobierno controlaba y utilizó como tribuna.
Luego vino el episodio bochornoso de la FIFA, los palanqueos y sobornos por derechos y cupos en los mundiales y todo ese trapicheo que ensució al fútbol mundial y tiene en el ostracismo a varias figuras de su dirigencia, con sus coletazos en el escenario nacional.
Otro error, el haber confiado ‘el equipo de todos’ a un seleccionador de pocos pergaminos como no hayan sido los del fútbol local y que, en actitud soberbia, despreció al medio. Y, como si fuera poco, no se quiso ir a tiempo.
Por eso, la fuga de unos futbolistas, jóvenes traviesos que ganan fortunas pero no saben administrar su ansiedad, es solo un capítulo más que desnuda el problema de fondo.
Un cambio total, desde la alta cúpula de la dirigencia de la Federación Ecuatoriana de Fútbol y su estructura, se impone para empezar un proceso realista y caminar al Mundial 2022.