Desde el 14 de agosto las cosas en la provincia del Cotopaxi, y en especial en las ciudades de Latacunga y Salcedo, cambiaron.
Las primeras emisiones de vapor y ceniza del volcán -que entonces entró en una etapa eruptiva que podría ser muy larga- conllevaron la declaratoria de emergencia por parte del Gobierno.
En ese momento, tomar todas las acciones para que la gente se prepare y las autoridades organicen eventuales evacuaciones en las zonas de riesgo y protejan la infraestructura, se mostró como una idea positiva, necesaria.
Desde luego, no debemos dormirnos, hay que estar siempre alertas para evitar sorpresas. Esta etapa de letargo del volcán nos lleva a seguir adelante con las medidas de preparación y equipamiento adecuado en un país donde las erupciones, terremotos, inundaciones y deslaves son peligros potenciales.
Sin embargo, la situación provocó un sacudón en algunos aspectos en las zonas de riesgo. Para la provincia de Cotopaxi, el perjuicio llegó por varias vías: problemas con la actividad agrícola y lechera, el abandono de casas y hasta la sensible baja de la actividad comercial alrededor del turismo. A la comida típica y los helados se suman los negocios de hotelería y restauración. Hasta la fiesta de la Mama Negra se perjudicó.
Por esa razón los actores sociales, las autoridades de la provincia y los sectores productivos preparan citas para una reflexión colectiva sobre una indispensable reactivación. El gran reto es seguir adelante sin minimizar los riesgos.