En Venezuela, atrapada en las protestas sociales y la insistencia de la oposición por el referendo revocatorio, el Presidente habla de una constituyente.
La tensión ha subido de tono, las protestas y la represión se han cobrado víctimas mortales, cada vez sorprenden más los índices de intolerancia y polarización que han derivado en violencia política y opositores presos. Una constante que se suma a la falta suficiente de alimentos para la población y una inflación incontrolable.
La oposición ganó las elecciones legislativas y, haciendo uso de las facultades que la Constitución le confiere, intentó acudir al referendo revocatorio para que sea el pueblo el que determine si el Presidente, con dificultades para gobernar y corresponsable de la crítica situación imperante, se va del cargo.
Ese era el camino democrático, solo posible si la voluntad del pueblo lo mandaba, pero un Consejo Nacional Electoral (CNE) dominado por el chavismo, aplazó los procedimientos hasta romper los plazos que la norma prescribe para cumplir con la convocatoria.
En medio de la tensión creciente, el Tribunal Supremo de Justicia intentó una ‘jugada’ insólita: suspender la acción de la Asamblea Nacional, dominada por la oposición, lo que fue técnicamente un golpe de Estado.
Ahora Nicolás Maduro habla de convocar a otra Asamblea Constituyente. La salida política es una huida para adelante, tratar de estirar las sábanas, acaso una nueva treta para aferrarse al poder.