Cada 48 horas, una persona muere y 10 resultan heridas, algunas de gravedad, en las calles y carreteras del país, en accidentes ocasionados por conductores que manejan luego de haber ingerido alcohol. La cifra -que ciertamente alarma- se incluye en el informe que este Diario publicó ayer y que se basa en los datos generales de la Agencia Nacional de Tránsito (ANT).
Las estadísticas también sacan a la luz otro detalle que igualmente preocupa: hubo 1 581 accidentes en el mismo período por similar motivo. Este número es parte de un universo mayor, pues en ocho meses se contabilizaron 16 656 heridos en todo tipo de siniestros en las vías ecuatorianas.
En un escenario así, que exige la adopción de medidas efectivas, las autoridades han dado paso a una reforma al Código Orgánico Integral Penal (COIP), que entró en vigencia hace tres semanas. Esta señala que los responsables de accidentes de tránsito bajo el efecto de bebidas alcohólicas cumplirán entre 30 y 45 días de prisión. Asimismo, se prohíbe la conciliación cuando en los percances existan heridos de gravedad.
¿Son suficientes estas decisiones para frenar los graves daños que ocasionan los conductores ebrios? Hay que confiar en que sí. Sin embargo, el tema de fondo en las vías ecuatorianas se origina en la irresponsabilidad de quienes deciden manejar sus automotores, a pesar de haber ingerido licor.
Este problema requiere de otros enfoques. Uno es crear la ‘cultura’ -no impuesta- de ser responsables al volante.