Fueron 133 votos de condena al Gobierno tiránico y represor de Bashar Al Assad, que gobierna Siria desde hace décadas con un partido único y con un disfraz civil sustentado en férreo apoyo militar.
El genocidio se desató desde la Primavera Árabe, hace un año, que encendió un polvorín en la zona. En él juegan factores complejos: la geopolítica regional, las posturas religiosas y hasta el poder del tablero mundial donde Rusia y China influyen y presionan.
La guerra civil escala. Los rebeldes detuvieron a hombres armados procedentes de Irán, lo que demostraría el interés de ese país en el escenario regional. Además, la violenta represión ha tenido respuesta sangrienta de los insurrectos. Los derechos humanos son los grandes perdedores.
Mientras tanto, preocupa que en los foros mundiales nuestro país no termine de consolidar una posición de condena a la situación en Siria, como sucedió ya en Ginebra hace pocas semanas. El viernes último, en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas en Nueva York, Ecuador -si bien no siguió la línea del bloque bolivariano- votó en abstención, como lo había hecho en anteriores ocasiones. El Embajador ecuatoriano ante ese foro volvió a argumentar que la resolución no contempla de manera equitativa la responsabilidad de todas las partes.
La situación en ese país es grave. El enviado de Naciones Unidas, Kofi Annan, se retiró, impotente, ante la matanza.
Están de por medio la venta de armamento, el control geográfico de una zona de alta extracción petrolera y las alianzas estratégicas de países radicales (como Irán), y los aliados de Occidente. En Siria se juega además la tendencia de los gobiernos árabes civilistas frente a las dictaduras, lo cual tiene una gran relevancia mundial.