Con 87 años a sus espaldas, el general Efraín Ríos Montt afronta una condena por genocidio. Fue internado por un desmayo después de conocer la noticia. Ríos Montt fue dictador de Guatemala durante los años 1982 y 1983. Era miembro de una secta religiosa en cuyo nombre ordenó masacres a civiles.
En esa época Centroamérica vivió espeluznantes guerras civiles. Los ejércitos guerrilleros luchaban contra gobiernos civiles y militares. El Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), en Nicaragua, el Frente Farabundo Martí, en El Salvador, y la Unión Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) mantenían una guerra de guerrillas en pro del derrocamiento de los regímenes del establecimiento y en procura de la instauración de gobiernos revolucionarios. Mucha sangre se derramó en esos años.
Efraín Ríos fue condenado la semana pasada a 80 años de prisión por la muerte de 1771 indígenas ixiles; a las tropas a cuyo mando estaba el general se les imputa violaciones de mujeres. Intentó volver al poder en el 2003 por la vía de las urnas, pero fue derrotado.
El actual presidente Otto Pérez dijo que está dispuesto a pedir perdón en nombre del Estado por el genocidio. En Guatemala, como en sus países vecinos, o en el Cono Sur del continente, los dictadores finalmente han sido juzgados y condenados por sus matanzas atroces y sus atentados a los derechos humanos. El crimen no paga.