La campaña para la consulta y el referendo del domingo se cierra esta noche. El país entra en un saludable y reflexivo silencio electoral, como manda la ley.
Esta campaña ha tenido varias particularidades en comparación con otras contiendas.
Especialmente de aquella de 2011, donde el despliegue de un poder concentrado hizo gala de recursos para tratar de imponer sus tesis.
En primer lugar, la campaña de 2018 ha sido corta. Luego del feriado de Navidad y Año nuevo apenas empezó.
Otra particularidad es que la mayoría de fuerzas políticas y sociales optaron por votar sí en las siete preguntas. Unas pocas organizaciones, junto a la disidencia de Alianza País, apenas si se inscribieron por el voto negativo. En la campaña, los actores opuestos al régimen han tenido su espacio y han podido expresar con libertad sus opiniones.
Lo lamentable son los episodios de expresiones violentas y ataques físicos que han empañado la campaña, quizás como un reflejo, no justificable por cierto, de los vientos de confrontación sembrados en la década pasada.
También es lamentable que se haya recurrido con fuerza a la desinformación a través de las redes sociales. Ninguna actitud más alejada del debate y de la reflexión, que por fortuna sí ha tenido espacios por iniciativa de universidades, movimientos y medios.
El domingo se verá qué impacto han tenido estas circunstancias en el resultado electoral. Luego el país deberá ocuparse del escenario post consulta.