La apertura de nuevos frentes de trabajo para la construcción del tren subterráneo de Quito ha empezado a alterar, de forma paulatina, la vida de la ciudad.
El inicio en estos días de la edificación de lo que será la parada del Metro en la ciudadela Jipijapa, en el norte de la capital ecuatoriana, confirma en parte esa percepción. A tal punto que los residentes y, en particular, los conductores de automotores deberán ajustarse a los cambios en esa dinámica zona, que es muy comercial y visitada.
En efecto, en ese sector, el tramo de la importante avenida Amazonas, entre las calles Tomás de Berlanga e Isla Tortuga, estará inhabilitado durante seis meses. Los desvíos y los cambios de sentido de algunas calles han seguido al cierre temporal de la arteria vial.
Un efecto así, de transición, era de esperarse. La obra más importante en la que se ha embarcado el Distrito, que demanda una inversión de USD 2 009 millones, tiene desde ahora una incidencia enorme. Y se espera que finalmente entre en operación en el 2019.
Aunque las autoridades del Distrito Metropolitano ya habían advertido de las posibles molestias y consecuencias que traería levantar un sistema de transporte de ese tipo, no está demás considerar que un factor importante es la colaboración de los ciudadanos.
Esta resultará indispensable en estos tres años que todavía faltan para completar una infraestructura que, con seguridad, terminará por cambiar a la capital de los ecuatorianos.