El mundo de puertas abiertas y diálogo fecundo conviene al Ecuador. De manera prioritaria con sus países vecinos, Colombia y Perú.
Con Perú las cosas marchan bien desde los acuerdos de paz. Tras años de desconfianza las relaciones entre los pueblos y los gobiernos entre autoridades y empresarios y entre los presidentes han sido cordiales y francas, y eso se agradece y se respalda.
Es verdad, empero, que tras la firma de la paz los compromisos de recursos internacionales no se cumplieron, en parte porque faltó velocidad y claridad en los acuerdos. Sería deseable que pese al tiempo esos recursos se materialicen. Temas como la carretera Puyango-Tumbes, postergada 40 años en su construcción, y otros tan importantes como la situación de los inmigrantes, forman parte de esa agenda permanente, atravesada ahora por la coyuntura. En relación con la línea marítima entre Chile y Perú, la Corte de La Haya pide una opinión a Ecuador, cuya tesis final consta en los acuerdos tripartitos de 1952 y 1954 con la línea del paralelo.
En la reunión entre los cancilleres de Colombia y Ecuador en Ipiales cobró importancia, y bien merece la pena, el tema de los refugiados que llegaron a Ecuador por el conflicto interno colombiano; que se lo haya tratado a nivel de ministros de RR.EE. es muy importante. Las cifras de la oficina de Naciones Unidas para los Refugiados reconoce a 50 000 colombianos, pero el Gobierno del Ecuador habla de 150 000. Se formará una comisión especial. Los otros asuntos sensibles que provocaron la ruptura de relaciones se tratarán desde octubre en una comisión de alto nivel.
La posible compra de energía si el estiaje nos juega una mala pasada y la activación de la Comisión de Vecindad son otras buenas noticias en nuestra relación con los vecinos.