Apenas empezaba el mes de julio del año 2019. Una alerta de una noticia preocupante se entregaba en el salón de Gabinete del Palacio de Carondelet.
Se trataba de una intervención por la fuerza, con el desplazamiento de miles de efectivos policiales y militares, a las montañas de Imbabura.
La información de Inteligencia había detectado una operación de gran magnitud de un numeroso grupo de mineros ilegales. Pero no era cosa sencilla. Eran miles de mineros, tarabitas, maquinaria, armas, tiendas de alimentos y hasta salas de baile y prostíbulos. Todo, supuestamente, clandestino. Un secreto a voces.
La operación desalojó a los mineros ilegales y destruyó buena parte de los campamentos que se esparcían por la agreste topografía en pequeñas tiendas improvisadas y miserables, donde los mineros pasaban la noche. Llegaron militares y policías con entrenamiento sofisticado.
Los descubrimientos, que hasta ahora no se aclaran, tienen que ver con la inmensa movilización de toneladas de material pétreo en grandes convoyes de camiones, a distancias kilométricas para proceder a chancar la piedra y desagregar los metales preciosos. Todo un montaje ‘pseudo empresarial’ que circulaba por las carreteras del Ecuador.
Pero más allá de una justicia que no se ha pronunciado, hay varias evidencias. Una zona riquísima en minerales que abarca más de 20 000 hectáreas en dos provincias.
Una operación con concesión legítima y una contra, que se supone de mineros ilegales o pseudo ecologistas antimineros que han dividido a la población de La Merced de Buenos Aires, hasta el episodio violento de la semana pasada. Es lo que se conoce.
Todo lo sucedido recientemente en Buenos Aires saca a la luz otra vez el siniestro trasfondo de la minería ilegal y las mafias que operan . Entonces, julio 2019, se dijo que había mineros extranjeros sin documentos.
El doble discurso ataca a la minería. Una actividad indispensable si se respeta la ley, el ambiente y la naturaleza y la comunidad, y deplorable, cuando cunde la ilegalidad que todo lo destruye y corrompe.