En medio de una puesta en escena firme, determinante pero ciertamente peligrosa, el presidente Jair Bolsonaro gobierna con su estilo y su visión.
Es verdad que cultivó esa imagen desde las curules legislativas y siempre fue fiel a su origen militar y de rÃgidos conceptos radicales. Nadie duda de que su postura obedece a la de la extrema derecha.
Esta vez, en el palacio de Planalto, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, afirmó que dará paso a la venta libre de armas a los ciudadanos. Lo acompañaba el ministro de Justicia y Seguridad: todo un mensaje.
El argumento del Presidente tras la decisión es tan simple como riesgosa: se trata, dice, de que los ciudadanos de bien se defiendan. Brasil es uno de los paÃses americanos con más altos Ãndices delictivos y de violencia. Esto lo puede complicar.
La acción de pandillas y del crimen organizado alrededor del narcotráfico y la trata de personas en las favelas de los grandes centros poblados son un infierno para sus habitantes. El ‘remedio’ puede ser peor que la ‘enfermedad’ que se quiere combatir.
Es verdad que la venta de armas tendrá ciertas restricciones, incluyendo los exámenes sicológicos de los compradores, pero conociendo la idiosincrasia latinoamericana y los magros mecanismos de control de nuestros paÃses, nadie garantiza la rigurosidad de las normas que han de observarse para otorgar los permisos de venta de armas a los ciudadanos. ¡Cuidado!
También es verdad que la venta de armas no va aparejada, en el caso de Brasil y el anuncio efectuado, al permiso de portar armas del cual no se habla en esa medida anunciada.
En Estados Unidos la Segunda enmienda a la Constitución, que data de 1761, garantiza la posesión y el porte de armas. En el paÃs del norte los crÃmenes y asesinatos masivos son una buena muestra de lo nociva que puede ser una decisión de esta naturaleza adoptada en nombre de la libertad y la seguridad.
Bolsonaro justifica la medida en la voluntad popular expresada en un referendo por el 64% de las personas, pero la decisión es polémica.