No se puede tapar el sol con un dedo ni desviar la atención de una realidad que desborda la paciencia colectiva. El Ecuador vive presa de la inseguridad. Los hechos superan los discursos.
En Manta, el presidente de la Junta Cívica, Lenin Chiriboga, fue acribillado. Nueve disparos lo mataron e hirieron de gravedad a su esposa y un nieto. El crimen despertó el clamor de la población que organizó ayer una multitudinaria marcha por la paz y contra la violencia. En Manta y sus zonas aledañas, 43 asesinatos registran las frías estadísticas en este año. Más allá de esa cifra está el llanto y el dolor. El operativo policial dio con un grupo de sospechosos que fue detenido para las investigaciones.
El fin de semana en Quito fue de muerte y dolor. El deportista Jaime Quiñónez fue asesinado en La Mariscal.
Borbón, un poblado de Esmeraldas fue sacudido cuando el lunes el concejal de Eloy Alfaro, Wagner Castillo, murió asesinado al caer la tarde. Los vecinos agredieron a uno de los sospechosos y más tarde la Policía controló la situación. En San Lorenzo se han cometido 32 crímenes en lo que va del año. Es otra zona caliente de un país que muestra que la violencia y la inseguridad están en todas partes.
Las Fuerzas Armadas advirtieron que intervendrían en el control de la seguridad interna en febrero, tras hacer público un documento donde se daba cuenta del avance del crimen organizado cuya divulgación molestó al Gobierno. Los patrullajes de uniformados de verde olivo se incrementaron en calles y carreteras al principio, anunciando la búsqueda de armas, pero su intensidad parece haber decaído y no ha sido continua. La reorganización policial no termina.
La inseguridad es una de las angustias de la población.