Dos tiros a sangre fría, delante de sus hijos, acabaron con la vida de Mónica Gordón que, irónicamente, presidía la única lista en las elecciones del club de fútbol Aucas, el ídolo del pueblo. La hinchada de Aucas está de luto, el fútbol nacional también. El país recibió consternado la noticia. La forma despiadada del crimen en pleno día revela el terrible estado de inseguridad que sacude a la sociedad ecuatoriana, más allá de las cifras oficiales que, en efecto, dicen que han disminuido los delitos violentos.
La autoridad debe indagar a fondo, explorar las eventuales causas y determinar si el crimen se cometió por asuntos personales, venganzas o aspectos relacionados con su gestión deportiva como administradora del popular equipo.
Si el asesinato se cometió por su actividad dirigencial y luego del anuncio del retiro de la Policía de la custodia en el interior de los estadios, esta debiera ser la oportunidad para reaccionar.
Ya argumentamos sobre los aspectos constitucionales que mandan a la Policía a salvaguardar el orden público. Debe existir un acuerdo entre la dirigencia futbolística, la de los clubes y la Policía para buscar fórmulas que permitan salvar al espectáculo, recuperar los escenarios para la afición y garantizar su vida limpiando a las barras bravas de pseudodirigentes y actitudes matoniles.
Mientras se investiga el crimen, que la memoria de Mónica Gordón forje un compromiso de buena voluntad.