La Asamblea Nacional elegida para el período 2013-2017 cierra su ciclo con muchas historias que contar y analizar.
S e aprobaron 73 normativas; el desglose de ese trabajo y su legado político quedarán para análisis profundos y reflexiones políticas. El ente legislativo deja otras huellas que merecen comentarios. No debemos perder de vista que la marca de la concentración de funciones tuvo su extensión en el corazón de la vida política que es el Parlamento.
Por fuerza de la contundente votación del movimiento Alianza País y con la impronta matemática del método de asignación de escaños conocido como D’ Hont, la mayoría fue apabullante.
De ese modo copó las comisiones legislativas en su cúpula y apenas dio opción para una presencia apenas testimonial de los grupos opositores. Esa fórmula se puede reproducir, con menos fuerza, en el período 2017 -2021.
De las leyes nuevas, es verdad que muchas no contemplaron los señalamientos de sectores que tenían argumentos diferentes al oficial, aunque hayan sido escuchados en los debates congresales de las comisiones.
En fiscalización, y aunque la rendición de cuentas diga lo contrario, la percepción es que la Asamblea Nacional no cumplió ese papel de equilibrio de fuerzas consustancial a la democracia representativa.
La Asamblea que fenece deja esa cuenta; la nueva debe tomar el pulso a un país distinto que mostró un resultado electoral con tendencias divididas.