El asalto brutal, con crimen agravado, en el que murió un guardia de seguridad, revela las debilidades frente a este tipo de delitos.
La ruta que conduce a la selva oriental fue el escenario de un ataque armado de aquellos que se ven en las películas. Lo lamentable -a diferencia del cine de ficción- es que un vigilante privado murió y tres más quedaron heridos.
La operación, cuasi militar, de los asaltantes supone una acción donde las tácticas son estudiadas y los recorridos de los autos blindados seguidos con milimétrica atención por los criminales.
Las armas reportadas hasta el momento – un fusil capaz de derribar aeronaves y otras de dotación de los ejércitos de Perú y Ecuador – muestran la audacia logística ilimitada del crimen organizado.
Mientras se adelantan investigaciones para dar con el paradero de la banda, hay sospechosos detenidos. Ellos habían sido liberados en otros casos, sin sentencia, por la administración de justicia.
La operación provocó la reacción del Ministro del Interior, quien cuestionó que se hubiera transportado una cantidad grande de dinero sin notificar a la Policía. La empresa de seguridad se defiende diciendo que siguieron todos los protocolos de seguridad en el entendido de que circulaban en un país donde no era posible que sucediera un ataque de la magnitud del ocurrido.
El Ministro pide GPS en los blindados. La entidad bancaria estudiaría reubicar sucursales en zonas de difícil acceso.
El asalto ilustra la penosa realidad que merece que se tomen todas las medidas.