Tras la presencia significativa, en Lima, de 21 países que suman el 40% del Producto Interno Bruto Mundial (PIB), los mensajes debieran suscitar acciones.
Lo primero que hay que decir es que la cuenca del Pacífico se convirtió en un espacio con futuro, donde varios países despliegan iniciativas de comercio e intercambio que enriquecen las relaciones entre pueblos del gran océano.
La cumbre de Lima empezó y terminó con el potente mensaje del presidente del Perú, Pedro Pablo Kucynski: ‘más comercio y menos proteccionismo’.
Esa idea circula en un nuevo momento de la geopolítica planetaria donde la apertura y el comercio deben marcar el futuro inmediato. Máxime cuando Estados Unidos plantea una aventura que puede ir contra esa corriente.
Los países de nuestra América han desplegado desde hace varios años acuerdos comerciales bilaterales. Se han beneficiado con la apertura de nuevos mercados y con la creación de múltiples plazas de empleo, con el consiguiente impacto social y económico.
La cuenca Asia-Pacífico debiera suponer, para un país como el nuestro, un reto. La idea de quedarse apenas en la condición de país observador tendría que cambiarse en un nuevo gobierno a partir de una ofensiva diplomática para conseguir insertarse en ese escenario en cuanto sea posible.
Ese inmenso mercado tiene un potencial importante, indispensable para seguir expandiendo las exportaciones y mejorando la competitividad.