Frustración. Es lo que sienten los científicos al término de encuentros como el de Varsovia, de noviembre, cuando ven que el sustento argumentado y científico de los estragos del efecto invernadero, que además los siente todo el planeta, no tienen correlato con las grandes políticas gubernamentales, y menos entre las grandes potencias que, se supone, tienen poder político y músculo financiero y científico para alentarlas.
El planeta es un muestrario de ejemplos de lo que sucede. Inundaciones en Brasil, que dejan 50 000 damnificados; heladas y nevadas sin precedentes, como en Israel; cortes de energía lo mismo en el Reino Unido que en Argentina -país que ahora mismo atraviesa una alerta roja por la ola de calor ardiente-; hacen que las personas sientan incertidumbre y desesperación.
A pesar de las evidencias, cuyos impactos los siente la gente cada día, los gobiernos analizan, estudian, escuchan a los científicos, pero sus oídos parecen sordos, puesto que las decisiones de políticas gubernamentales y globales no llegan.
Las medidas para reducir el CO2 fueron negativas. Ban Ki-Moon, Secretario General de Naciones Unidas, preocupado por un fenómeno excepcional, admitió que las metas actuales son insuficientes.
En el caso ecuatoriano, y aunque hay esfuerzos por la enseñanza alternativa, también hay evidencia del efecto del calentamiento global. El país y el planeta deben tomar conciencia y actuar pronto.