La seguridad es uno de los temas que ocupan la conversación de los ecuatorianos. Las modalidades de los delitos hacen que los ciudadanos se sientan en la indefensión.
Al ser consultados, los ecuatorianos ven a la falta de trabajo y la situación económica como las principales causas, pero la inseguridad es cosa de todos los días.
Varios ejemplos. Cámaras en autobuses muestran robos. Se trata de bandas organizadas. Los datos oficiales hablan de 38 bandas desarticuladas (¿cuántas operarán en total?).
Los teléfonos móviles, billeteras y otras pertenencias son el botín. Amenazan y se bajan de los autobuses y troles y la mayoría queda en la impunidad. El 67% de los asaltos se cometen con armas de fuego y pistolas.
La semana pasada de una pedrada rompieron el vidrio de un auto a las 19:00. Fue en la Avenida Velasco Ibarra, en Quito. Los maleantes arrebataron el celular.
Los agentes del orden siguen insistiendo en que las víctimas presenten acusación particular. Pero se debe recordar a policías fiscales y jueces que se trata de delitos pesquisables de oficio, sin requerimiento de acusación particular.
Los asaltados tienen temor y si ven que los delincuentes salen libres y muchos con decenas de detenciones siguen en su tarea, el temor es plenamente justificable. La justicia y las fuerzas de seguridad deben cumplir su deber.
Los tan anunciados patrullajes en busca de armas por parte de Fuerzas Armadas ya casi no se ven.
En el mar, el problema es agudo. Los piratas fuertemente armados se llevan embarcaciones enteras y toda la pesca. Hay varios pescadores muertos y desaparecidos. La vastedad del océano protege a todo tipo de delincuentes. Los datos publicados por este diario son contundentes.
Los asesinatos en las cárceles, la certeza de que varias mafias operan desde el cautiverio y los vuelos con droga detectados y juicios instalados reclaman acciones de Estado eficaces contra el crimen organizado que penetra silenciosamente en una sociedad, la corrompe y la destruye.