Es un escenario que se había anticipado y se temía. La mayor parte del territorio nacional afronta en estos días los indeseados impactos de la confluencia de la fase final del fenómeno de El Niño y de la etapa más cruda del invierno.
La coincidencia de ambos factores, que ya fue alertada por expertos, pone al Ecuador en dificultades. Además, ya ha ocasionado al menos 20 muertes en el año, entre ellas las ocurridas el fin de semana en La Maná, provincia de Cotopaxi.
También ha causado un cúmulo de contrariedades y perjuicios económicos para los moradores de las áreas azotadas por las fuertes lluvias, así como 14 464 damnificados.
El recrudecimiento de la temporada invernal ha tenido una respuesta de la Secretaría de Gestión de Riesgos. Esta ha declarado la alerta naranja en 19 de las 24 provincias del país.
La decisión, no obstante, debiera ser mejor explicada. ¿Por qué? Porque, a más del pedido a los Comités de Operaciones de Emergencia (COE) de las regiones afectadas, para que revisen sus planes de contingencia, faltan pronunciamientos sobre aspectos importantes. Así, no se hace referencia a la asignación de personal especializado y de fondos, que son tan necesarios en estos casos.
A pesar de los esfuerzos que se han hecho desde el Gobierno central para mitigar los efectos del invierno en determinadas zonas, las lluvias de estos días indican que siempre hay tareas pendientes en el Ecuador para enfrentar los embates de la naturaleza.