No hablaremos de nombres de precandidatas o precandidatos. Seguramente los votantes que residen en Quito elegirán por la persona que consideren que puede ayudar a la capital con sus problemas, que no son pocos ni muy sencillos de resolver. Sin embargo, este editorial pretende hacer un llamado de atención a los postulantes a la Alcaldía de la capital de los ecuatorianos.
Quito, como cualquier otra ciudad, se merece -primero- respeto. No cabe duda que quienes quieren llegar al sillón de burgomaestre de esta franciscana ciudad saben que aquí existe diversidad de habitantes. Lo más responsable sería pensar en una Alcaldía para todos (estratos sociales, diversidad de géneros, posición política, condición social…) y no en una institución para unos pocos. Las manifestaciones de junio demostraron que existe racismo, poca empatía de lo urbano a lo rural y viceversa; pero también se evidenció que la clase política ayuda muy poco para resolver estos problemas socio-culturales de la ciudad y del país. En el fondo es más fácil sacar provecho de las divisiones que de las sociedades unidas.
La capital, además, necesita resolver urgentemente sus problemas estructurales con una visión técnica; hace falta gestión y no politiquería. Es muy probable que gane más votos el o la candidata que ofrezca tapar los huecos de las vías (sí es un dolor de cabeza diario), pero la realidad es que Quito requiere de un plan real de movilidad a largo plazo; por ejemplo. Este proyecto seguro no mueve masas en las urnas, pero salva vidas y genera una mejor calidad de vida de los ciudadanos. La ciudad también debe pensar en cómo mejorar su contaminación ambiental y de ruido; es un trabajo que requiere la participación ciudadana; pero eso -en una contienda electoral- tampoco genera votos. Esta urbe tiene un tema por resolver sobre dónde depositar su basura y de eso poco se habla; tampoco se discute mucho sobre la calidad del transporte porque a los dueños de los buses y taxis les molesta y solo pedirán aumento de pasaje.
Quito necesita una Alcaldía de altura, que ayude a vivir dignamente.