Entre cuatro paredes se reunían los presidentes de Bolivia, Ecuador y Venezuela y otros pequeños países alineados con el proyecto liderado por Hugo Chávez. Afuera, en la calle y frente a un cerco policial, varios dirigentes de distintas nacionalidades indígenas del Ecuador pugnaban con las fuerzas del orden por entregar un documento al presidente Evo Morales. La orden policial se cumplía y hasta hubo una pequeña carga de caballería de las fuerzas del orden contra los manifestantes que rompieron el cerco.
Todo un contrasentido, puesto que a la “cita” podían entrar los coincidentes con la visión oficialista.
En la agenda se discutía supuestamente el Tratado de Comercio de los pueblos. Afuera, aguantando el gas, los dirigentes de dos organizaciones históricas como la Conaie y Ecuarunari, que ahora deberán comparecer a la Fiscalía a enfrentar acusaciones de sabotaje y terrorismo. Mientras el discurso oficial proclama el socialismo del siglo XXI, la dirigencia indígena es apartada del debate. La fecha coincidía con la conmemoración de los 20 años del levantamiento indígena ocurrido en el período de Rodrigo Borja, cuando las nacionalidades indígenas lograron unificarse y promover una lucha conjunta.
Agua ha corrido bajo el puente y desde entonces las organizaciones perviven con ciertas dificultades. Su brazo político ha alcanzado varias dignidades de elección popular, Pachakutik ha tenido voz y voto en el Parlamento y varios indígenas han ocupado carteras de Estado.
Mientras a los indios ecuatorianos en su tierra soberana se les impedía pasar, adentro la voz estentórea del comandante bolivariano les daba un tirón de orejas y criticaba sonriente la cita del presidente Correa con Hillary Clinton. Hay que ser soberanos pero también parecerlo.