El recordar la historia en su auténtica dimensión y su contexto revive los valores permanentes que justificaron el sacrificio de nuestros héroes. Las ideas de libertad iluminaron sus vidas.
Cada 2 de Agosto, el Ecuador rinde tributo a quienes dieron su vida por la patria. Por aquella patria de los valores inmanentes que se identificaba con la libertad. Como bien lo anota el ensayista y académico Juan Valdano, libertad y liberalismo son neologismos que afloraron en el vocabulario de los quiteños a finales del siglo XVIII. El pensamiento de Espejo cuajó en Primicias de la Cultura de Quito, considerado como el primer periódico. Estaba el germen de la idea de libertad de pensar y de opinar. José Mejía Lequerica abogó en las cortes de Cádiz por la libertad de imprenta.
Los principios de la concepción clásica de los tres poderes y su separación, que devenían de la Revolución Francesa, iban calando en la conciencia. La propia Carta Quiteña de 1812 declara años más tarde que la soberanía no reside en el monarca sino en la nación. Desde la tradición de Espejo hasta la noche del 10 de Agosto, la ebullición de ideas fue cuajando y el asesinato de los patriotas de modo cobarde a cargo de las fuerzas coloniales fue acicate de la lucha libertaria que cuajó en la independencia de España.
Honrar la historia es recordarla con respeto y fidelidad. Interpretarla en su contexto y en el tiempo. Una corriente recurrente de caudillismos y populismos tiende a la apropiación de figuras de la historia para adaptarlas a los discursos y reinterpretarla en su propio beneficio. Esa visión es tan reprochable como los símiles aberrantes que terminan falsificando episodios con el afán de reivindicarlos con fines políticos. Es inaceptable, por ilegítimo e impropio.